(English intro to Spanish lang post) Today we comment on 4 terrific pieces from 4 different reporters at El Espectador (Colombia), covering all the details of an extremely severe drought that affected Casanare, a region of the country. The stories are very critical with the inefficiency of the government dealing with the crisis. One journalist argues that “there are too many lawyers and few technicians studying the case”. The analysis of the causes is very interesting too, because it mentions the climate change but argues that changes in the land use, oil extraction and mining played a more important role. Apart from these 4 stories about Casanare’ drought, El Espectador published another great environmental story about the paradoxical case of Lloró; a small area in Colombian rainforest with the highest precipitation indexes of the country, but in which the population doesn’t have access to potable water.
Con un poco de retraso, rescatamos un tema de periodismo ambiental en Colombia que fue tratado de manera profunda, crítica y extensa por los reporteros de El Espectador, y que creemos puede ser un buen caso de análisis para cursos de periodismo científico.
El tema es la ola de calor extremo que afectó hace unas semanas a la región de Casanare, dejando fuertes sequías y 20.000 animales muertos (ganado, tortugas, peces…). Lo habitual hubiera sido tratarla de manera genérica relatando lo ocurrido, sin preguntarse las causas, o como mucho refiriéndose a lo variable que se está volviendo el clima con el cambio climático. Sin embargo los periodistas de El Espectador demuestran verdadera conciencia de que es necesario empezar a cubrir los temas ambientales con mucha seriedad, y desarrollaron una serie de notas que a continuación comentaremos.
Permitidme insistir en que el periodismo ambiental es fundamental para América Latina, y si bien el asunto del cambio climático es importante, las causas de los desastres suelen ser más complejas, intervenir más factores, y se requiere una información que muchas veces ni los propios expertos del país poseen. Este es justo uno de los puntos destacables de los reportajes, como ilustra la poderosa frase en uno de ellos: “Colombia es un país donde pululan los administradores y los abogados, pero escasean profesionales formados en ciencias básicas para producir información científica valiosa en torno a estos y muchos otros problemas. Basta mirar las cifras del Observatorio Laboral del Ministerio de Educación para darse cuenta de que somos un país de abogados y administradores, en tiempos donde se necesita un profundo conocimiento de la biodiversidad y los recursos naturales”.
El primer artículo de ese bloque lo publica Norbey Quevedo “Los secretos de un desastre ecológico”. La nota empieza contundente: “Desde noviembre del año pasado el Ideam advirtió que durante los primeros meses de 2014 se registraría uno de los veranos más fuertes en el país. Una alarma que fue ratificada el pasado 22 de enero por el Ministerio de Ambiente, al punto que se declaró la alerta roja. En ese momento, la advertencia se reiteró principalmente para la Costa Atlántica, parte de la región Andina y la Orinoquia. Pese a eso, hoy cuatro meses después, el país enfrenta una de las mayores tragedias ecológicas de los últimos tiempos y se buscan responsables”. De esta manera se plantea muy bien el problema, pero también la búsqueda periodística tras él: ¿cual es la causa del desastre, y por qué no se intentó evitar o minimizar?
Tras varios párrafos analizando y dando detalles de lo ocurrido, Norbey empieza a dilucidar que por su erosión de suelo y deforestación, ganaderos, arroceros y petroleras tienen un papel importante en lo ocurrido. No es sólo el cambio climático. En concreto las petroleras parecen tener un peso específico muy importante, y El Espectador vio cómo las licencias han continuado otorgándose. Se profundiza bastante en este punto.
Una nota más ligera pero muy informativa es la de Tatiana Molina “Alerta por sequía en Colombia: Así está el panorama nacional”, donde destaca al Casanare como “el caso más sonado por sus fuertes secuelas. Los finqueros sufren, lloran por ver el desastre. Nunca había tanta muerte”, pero también añade otras regiones donde la sequía está causando incendios, falta de agua para la población y los campos, disminución de turismo, lagos secándose… Leer este texto hace pensar que el problema sí tiene algo de “global” más allá de Casanare, pero el hecho de que en esa región haya sido tan extremo, justo demanda una explicación.
Y eso es precisamente lo que busca Pablo Correa en “Tragedias ambientales en un país de leguleyos”, preguntándose “¿Son capaces estos funcionarios de generar o al menos recolectar la información necesaria para entender la compleja ecología de una región como la Orinoquia? ¿Qué los hizo creer que existen culpables con nombres y apellidos? ¿Por qué aparecen ahora cuando desde enero había alertas sobre la sequía que se aproximaba? ¿Cómo piensan establecer una relación entre el patrón de lluvias de la región, la extracción de agua por parte de las empresas petroleras, los sistemas de riego de los arroceros, el impacto de la ganadería y las tasas de deforestación?” y añadiendo la frase de un ex-ministro de medioambiente “Ahora llegan todos los funcionarios a dar declaraciones. Y no han hecho un carajo. Es una locura ver a la Unidad de Delitos Ambientales de la Fiscalía metida en esto. Es una actitud de ‘busquemos al culpable’. El culpable es una política mal orientada de desarrollo”.
El texto de Pablo es una acusación directa al gobierno de no dar suficiente importancia a los aspectos ambientales, cuando se trata de un tema complejo que cada vez a a ser más relevante. Suya es la frase reivindicando menos abogados y más técnicos, añadiendo además de que administración de empresas, contaduría y derecho son las carreras más demandadas mientras que “sólo el 1,6% de los matriculados en un año en Colombia estudian carreras como ciencias naturales, matemáticas o física”. Esta reflexión de pablo puede parecer demasiado indirecta, pero no lo es. Es la causa de la poca presencia y preparación técnica en materia ambiental de los burócratas gubernamentales, a quienes un tema así se les escapa de las manos y las cabezas, y son ineptos a la hora de preverlo, evaluarlo, o actuar.
El último texto, tangencialmente relacionado, lo firma Angélica Cuevas “Minería y extracción petrolera ¿Quién decide dónde sí y dónde no?”. Es un pedazo de tema: ¿puede la sociedad civil, o la población de un municipio concreto, decidir si quieren que se realicen actividades mineras o petroleras en su territorio? La respuesta cuenta con diferentes opiniones, que expone muy bien Angélica. Es un debate no resuelto todavía.
Fuera del tema Casanare, pero dentro del aspecto ambiental, no podemos dejar de leer el articulazo y fabuloso trabajo infográfico también en El Espectador de Tatiana Molina “Agua potable, el sueño de Lloró, chocó” sobre la paradoja de que la región más lluviosa del país no tenga agua potable, generando índices de problemas sanitarios altísimos, especialmente en niños. Recomendable lectura.
– Pere Estupinyà
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