(English intro to Spanish lang. post) Mexican scientists have created a drought resistant maize by adding a bacterial gene that lowers the levels of an enzyme called trehalase. It degrades trehalose, a sugar that helps keep water inside the plant. The researchers don’t call the new plants transgenic but “syngenic”, arguing that the bacterial gene they have used is very similar to the one that original maize plants have, it has the same function, and that the new varieties don’t produce any new proteins. Is that correct? Shouldn’t we call it a transgenic plant? It’s obvious that the researchers want to avoid this term, but a much better explanation is required.
Científicos mexicanos del Cinvestav han creado la primera variedad de maíz resistente a la sequía. Un avance que puede ser útil para áreas de este país u otros con gran cantidad de terrenos áridos. Quizá te preguntes si se ha conseguido fruto de alguna alteración genética, pero en Crónica de Hoy, el titula de la nota de Antimio Cruz se encarga de sacarte rápido de dudas: “El Cinvestav desarrolló maíz capaz de soportar sequías 20% más severas que las actuales, y no es transgénico”. Bien utilizado el “y no es transgénico”, pues sin duda es uno de los datos más importantes que quiere conocer la población. ¿Cómo lo generaron entonces? En la buena nota de Antimio una experta explica que: “Lo que hicimos fue introducir material genético a una planta, la llamada agrobacterium, una bacteria natural del suelo que se dedica a transferir material genético a la planta”. ¿Cómo? Entonces… ¿es o no es transgénico? La nota explica que “El gen que utilizamos es muy similar al de la alfalfa y el maíz, por eso estamos hablando de un organismo sisgénico, no transgénico, ya que la secuencia utilizada es muy parecida a la del maíz”. ¿Sisgénico? ¿muy parecida? Esto suena raro… Revisemos el proceso: Entre todos los azúcares que produce de manera natural el maíz, uno es la “trehalosa”, cuya función es mantener agua en los tejidos de la planta. Pero este azúcar es degradado por una enzima llamada “trehalasa”, disminuyendo así la capacidad de la planta de retener agua y haciéndola más susceptible a la sequía. La nota se vuelve un poco ambigua en este punto, pero parece que los científicos introdujeron un gen bacteriano que disminuye la acción de la trehalasa, aumentando así la cantidad de trehalosa, y por tanto convirtiendo al maíz en más resistente al estrés hídrico.
En la nota con información de agencias de Milenio: “En el Cinvestav crean maíz que resiste la sequía“, o El Universal: “Mexicanos crean maíz resistente a sequías”, se cita el nombre de la bacteria (“la tumefaciens que se encuentra de forma natural en el suelo mexicano”), y también se recalca que según los investigadores “este nuevo maíz no es estrictamente transgénico, sino sisgénico. No ofrece resistencia a los antibióticos, ni tampoco es potencialmente alérgeno, porque en él no se sintetizó ninguna proteína. Esto se debe a que los organismos combinados pertenecen a la misma especie y la secuencia genética de ambos es “extraordinariamente similar”.”
Primero, no entendemos eso de que “los organismos combinados perteneces a la misma especie”, justo después de decirnos que un gen bacteriano se ha incorporado en una planta de maíz. Pero segundo, aunque las secuencias fueran muy parecidas y no se produzca ninguna proteína nueva sino sólo mayor cantidad de un enzima ya presente, ¿no es eso igualmente un transgénico? Hasta cierto punto, nos debería dar igual lo que digan los científicos: para la sociedad esto es un transgénico en toda regla. Y si resulta que no lo es, entonces se requiere una explicación mucho más clara de lo que han dado los medios y agencias de noticias. En La Jornada, Gabriel León Zaragoza opta por definirlo como un organismo genéticamente modificado, pero no entra en la disquisición acerca de su nomenclatura.
Resulta obvio que los científicos están intentando evitar por todos medios la demonizada palabra “transgénico”, tanto por beneplácito social y legislativo. Les puede salir bien a corto plazo, pero quizá están haciendo un fleco favor a esta rama de la biotecnología que puede dar tantos beneficios. Más conveniente sería reconocer que sí se trata de una planta modificada genéticamente, pero explicar por qué no hay nada que temer ni a nivel sanitario ni medioambiental, y puede resultar tremendamente beneficioso para su país.
– Pere Estupinyà
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