(English intro to Spanish lang post) This is a very tough issue for Colombian science journalists: The charismatic and beloved neuroscientist Rodolfo Llinás, former chair of the department of Physiology at NYU, and probably one of the most prestigious Colombian researchers ever, has announced in a press conference in Bogotá that he is developing a technique that will change the structure of water and would cure all kind of diseases like Alzheimer, cancer and cardiovascular diseases. He’s said that he can’t give any scientific details yet, but that it will be a revolution in the history of medicine. We’ve read expressions like “Llinas is close to cure Alzheimer and cancer”, “by changing the crystals of water”, “optimization of cells functioning by nanomolecules of water”, and many other innacuracies. Llinas is working with a private company to develop the product. He has asked the Colombian government to invest on it. This is the tough decision: although everybody in Colombia admires Rodolfo Llinás, good science reporters must be skeptical, and in this case, they should be much more critical with Llinas' doubtful claims.
Los periodistas de ciencia colombianos se enfrentan a una dificilísima situación. Un verdadero reto: el investigador colombiano más prestigioso de la actualidad, el queridísimo neurocientífico Rodolfo Llinás, ha anunciado en rueda de prensa un trabajo que suena a pseudociencia y charlatanería. Sin presentar artículo publicado ni evidencias de ningún tipo, Llinás asegura que está trabajando en una especie de “nanoburbujas” que pueden “cambiar el cristal del agua”, “optimizar el funcionamiento de las células” y “curar el cáncer y el Alzheimer”. Esto último no sabemos si lo ha dicho textualmente el propio Llinás, pero es lo que muchos medios están transmitiendo. Ejemplos: El Colombiano “agua y burbujas contra el cáncer y el alzhéimer”, Caracol Radio “Rodolfo Llinás a punto de hallar cura para cáncer y alzhéimer”, y muchos otros. Dejemos estos titulares como si fueran exageraciones de periodistas, y fijémonos sólo en lo que dicen los principales medios colombianos.
La sección Vida de Hoy de El Tiempo “Rodolfo Llinás busca crear un agua que mejoraría la función de células” utiliza expresiones impropias en un apartado de salud como “el uso de nanomoléculas de agua”, “agua más eficiente que provea a las células mayores elementos de funcionamiento, de defensa y de sobrevida”, o “le confiere al oxígeno un poder especial sobre todas las células”. No ayuda que el propio Llinás dicte frases como "Se trata de una nueva agua, diferente a la que conocemos, que optimiza el estado vital… Una se puede tomar y podrían utilizarla los atletas; la otra puede administrarse por vía intravenosa".
La idea básica que se parece entrever de las palabras de Llinás no es cambiar el agua sino simplemente diluir en ella (o quizá incorporar de alguna manera en su estructura) pequeñísimas burbujas de oxígeno, que según Llinás al alcanzar las células tendrían efectos casi maravillosos. Sin explicar ningún mecanismo, se menciona prevenir el deterioro celular, luchar contra enfermedades neurodegenerativas, curar cáncer, enfermedades cardíacas, creación de nuevos medicamentos, y descontaminación de lagos. La verdad, suena fatal. Y de aquí el gran reto que afrontan los periodistas de ciencia colombianos. ¿Cómo actuar? Rodolfo Llinás no es ningún charlatán. Todo lo contrario. Fue director del departamento de fisiología y neurociencia de la NYU, catedrático de esta universidad, sus descubrimientos sobre los canales de calcio en la comunicación sináptica fueron uno de los hitos de la neurociencia, ha escrito libros y publicado infinidad de trabajos científicos, ha estado en las quinielas de los premios Nobel, es venerado por la comunidad científica, y merecidamente admirado por sus compatriotas. Este tracker ha coincidido varias veces con él, y siempre se ha quedado fascinado con su sabiduría, energía e hipótesis provocadoras. Pero sabemos que Llinás suele situarse en la frontera del conocimiento científico, de la filosofía, y que tiene cierta predilección por anunciar en público grandes logros antes de que se concreten. Y podría ser que en esta ocasión haya ido demasiado lejos con los supuestos beneficios de esta oxigenación del agua.
Entonces: ¿Cómo abordar la situación? ¿le vanagloriamos o mostramos dudas a sus planteamientos? Lamentablemente, nuestra obligación si actuamos como buenos periodistas científicos es desconfiar y ser crítico con las palabras de Llinás. No podemos creerle sin más, ni confiar ciegamente en sus palabras. La ciencia no es futbol ni literatura. Los periodistas de ciencia deben ceñirse a los resultados experimentales, y cuando no los hay, mostrar reticencias. La frase “afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias” es de aplicación en este caso. Nuestra obligación es exigirle muchos más detalles a Llinás, y más cuando hay una empresa de por medio (Revalesio), y Llinás pide al gobierno colombiano que invierta en el desarrollo del producto. En la única nota que ha publicado El Espectador “Llinás busca cambiar la estructura del agua”, dice que está “a punto de descubrir algo excepcional, a punto de generar un nuevo concepto revolucionario”, que “esta potenciación celular dividiría la historia de la medicina”, y que “esta “nueva agua” tendría la capacidad de potenciar las funciones celulares, abriendo la puerta para la cura de un gran número de enfermedades, como el cáncer y las insuficiencias cardiacas”. Algo así, y Rodolfo lo sabe, no se puede anunciar sin presentar evidencias. No es así como funciona la ciencia. Y no es un desliz pues lo anuncia en una rueda de prensa. Porque además, existe el riesgo de precedente a que cualquier investigador diga lo que sea sin filtro. Si lo hubiera dicho cualquier otro diríamos que es un charlatán en busca de impacto. Evidentemente a Llinás le ofrecemos el beneficio de la duda, pero de una manera moderada. Un lector puede entusiasmarse con Llinás, claro que sí, pero nosotros como periodistas científicos estamos obligados a desconfiar. No podemos ser crédulos, y para apoyar sus palabras debemos exigirle mayores evidencias. Y si no nos las da, transmitir precaución al lector, no “palabra del señor. Amén”. En ciencia lo que cuenta son los datos experimentales, no la fe.
– Pere Estupinyà
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