(English intro to Spanish lang. post) Many people in Spain gather at bullrings to watch a animals repeatedly slashed with sharp iron points by horsemen, while men dressed on a funny costumes stick decorative banderillas 6 cm deep in their necks, and while brave toreros kills them by plunging 80 cm swords into their backs and through their chests. It’s culture and tradition for some. It is cruelty and barbarism for others – and some in the last weeks are trying to ban bullfighting in the region of Catalonia. Has science anything to say about this issue? Not really. But a veterinary professor from the Complutense University of Madrid says that he has done studies showing that these special bulls don’t suffer as much pain as other ruminants. One of the “proofs” is that when the picador punches the bull, the animal persists on attacking his horse instead of running away. The other evidence is that they seem to have 20% bigger thalamus, the brain structure that produces endorphins, the hormones than minimize the pain. He also has found that the brain signals in this region activates faster than usual. Suspiciously, these findings that could become important discoveries have not been published in any peer review journal. A story in the science Sunday section of El Mundo gives some credit to this research, and confront it with the critical views of other physiologists. The story is acceptable and very well written, but it ends up being a “one side says this, the other says that” without references to scientific data or judgment from third parties. We think it misses an opportunity for useful science reporting on a popular issue.
Desde hace varias semanas en España hay un encarnizado debate social y mediático a raíz de la solicitud que grupos antitaurinos han hecho llegar al Parlamento de Cataluña para que prohíba los toros en esa región. Para los abolicionistas las corridas son una crueldad innecesaria, vergonzosa, y disfrutar de ver cómo se tortura a un animal es un acto inmoral que puede ser calificado de sádico. Para sus defensores los toros son espectáculo, cultura, tradición, arte; y hay animales sufriendo mucho más en condiciones bastante peores. ¿Tiene algo que decir la ciencia al respecto? No mucho, la verdad. La ciencia informa, y la ética valora. Pero sí hay un subterfugio por el que la ciencia se ha colado en esta discusión: un profesor de veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid asegura que los toros de lidia sufren mucho menos dolor que el resto de ruminates. El suplemento dominical Eureka de El Mundo presentaba ayer un reportaje de Miguel G. Corral explicando en qué sustentaba Juan Carlos Illera sus afirmaciones, y las críticas a su trabajo de otros veterinarios y fisiólogos.
Empecemos por un detalle muy importante: los estudios de J.C. Illera no están publicados en ningún peer review journal. Él se defiende diciendo que las revistas científicas no quieren ni oír hablar del término bullfighting, pero suena a excusa intolerable. Si sus investigaciones estuvieran bien realizadas metodológicamente, y los resultados sustentaran con claridad el punto que él defiende, sin duda sería un trabajo muy importante que las revistas querrían publicar. A nosotros, esto nos genera una incredulidad inicial.
Según explica Miguel en su pieza, Illera argumenta primero que si el toro sufriera tanto dolor, huiría al ser picado por el picador en lugar de continuar ensañándose con su caballo. Ehem. Luego llega el argumento científico: el tálamo de los toros de lidia es un 20% mayor que el resto de rumiantes. El tálamo es donde se producen endorfinas (hormonas que actúan como opiáceos), y por tanto, el toro segrega más de estas sustancias que minimizan el dolor. Además, dice haber medido la velocidad de respuesta cerebral ante el dolor y ser más rápido que en otras especies. Insistimos: si esto hubiera sido demostrado fehacientemente, ya debería estar publicado. En el artículo aparecen varias voces científicas discrepando de los estudios de Illera. Podéis leerlas en el original. Aquí más bien se trata de comentar el trabajo periodístico. Y a tal respecto, a pesar de valorar positivamente la intención de tratar desde la perspectiva científica este asunto, consideramos que el reportaje se queda a medias. No parece haberse tomado realmente en serio la aportación que puede hacer la ciencia al debate sobre el dolor del toro. Sobre la fisiología del dolor en mamíferos, o el papel del tálamo, debe haber mucha más literatura científica. Y además de buscar respuestas en los antitaurinos, hubiera sido la situación ideal para preguntar la opinión de expertos completamente neutrales, que analizaran mejor los peculiares puntos que defiende Illera. El lector se queda bastante indiferente. Lo percibimos un poco como una oportunidad perdida de demostrar de qué es capaz el periodismo científico riguroso: Dejar un poco de lado las opiniones individuales, analizar en serio si el toro de lidia puede sentir menos dolor que otro rumiante, y criticar duramente el trabajo de Illera si en verdad es fraudulento. Aunque lo sospechamos, nos quedamos con la duda.
– Pere Estupinyà
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