(English intro to Spanish lang. post) In Qatar’s capital Doha the EU’s proposed ban on trade in bluefin tuna met rejection by a UN panel. Spain has strong commercial interests in this fishery. It’s one of the biggest fishers in North Atlantic and the Mediterranean; thousands of jobs depend on this activity, and 80% of captures are exported directly to Japan at high prices. I’ve tracked the Spanish press to check how it balanced the conflict between conservation and economics. Some regional governments have applauded a decision that will allow them to continue fishing tuna (arguing that their traditional practices are not the ones that are causing the big decline of bluefin ). On a higher level, there is consensus on seeing this as a step back in the protection of this endangered fish. Some are already comparing Doha’s failure with Copenhagen’s.
En El Periódico de Cataluña, una nota de R. Vendrell y A. Madridejos empieza mostrando perfectamente las dos posiciones sobre la no prohibición del comercio internacional del atún rojo: “ «Los intereses económicos y políticos se han impuesto a las evidencias científicas», dijo desde Doha (Qatar) Sergi Tudela de la asociación ecologista WWF. «Se ha tumbado una propuesta injustificada que habría resultado muy lesiva para el sector pesquero», dijo Juan Serrano, director general adjunto de la empresa atunera Balfegó.” La situación es obvia: hay quien defiende la preservación de esta especie vital en el equilibrio de los ecosistemas marinos, y otros que priorizan los intereses económicos. Pero hay más: ambos quieren tener la ciencia de su lado. Porque la confederación española de pesca (Cepesca) asegura que “la propuesta de Mónaco no estaba basada en argumentos científicos”.
Y uno se pregunta: En polémicas así, ¿No sería ideal poder resumir los argumentos científicos en un par de frases? Sólo es una reflexión gratuita; posiblemente no. Rastreando la prensa hemos encontrado datos contundentes sobre el declive del atún rojo: sólo queda un 15% respecto a lo que había hace 50 años. Pero no hemos visto argumentos que expliquen porqué esto no es suficiente científicamente. Sólo una insinuación de que en 2006 se inició un plan de recuperación de la especie que ha reducido las capturas, las flotas y las temporadas de pesca, y “cuando se anuncien los primeros datos revelarán una clara mejora”. Nos reservamos el beneficio de la duda.
El Diario de Sevilla presenta una buena nota en la que B. Revilla y J.M Ruiz incluyen al perspectiva de los pescadores y junta local, quienes aseguran que sus prácticas más tradicionales no son las responsables de esta situación, y lo que la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT) debería hacer es “eliminar la flota sobredimensionada -de cerco-que hay en el Mediterráneo”; “lo que no se puede permitir es pagar todos por igual, y que los artesanales desaparezcan al mismo tiempo que los industriales“. Según otras informaciones de Europa Press la junta andaluza está “muy satisfecha” por la no prohibición. Ciertamente, no todas las prácticas pesqueras son igual de dañinas.
Fuera de Cataluña y Andalucía -las dos comunidades con mayor actividad en la pesca del atún rojo- los periódicos a nivel nacional han cubierto la noticia explicando cómo transcurrió la votación, la “jugada” de Libia para precipitar el resultado, y las presiones de Japón a los países pobres, pero mostrando una clara posición contraria a la decisión. Quizás el más contundente ha sido Público, donde Manuel Ansede incluye también la no prohibición del comercio de derivados de ososos polares, y abre su artículo diciendo que la cumbre sobre especies amenazadas de Doha va camino de cosechar un fracaso como el del Cambio Climático en Copenhague.
En El País, Rafael Méndez titula: “Pescadores,1; Atún rojo, 0”. Relata muy bien cómo transcuyó la votación, e incluye que España recelaba de incluir el atún rojo en listas de especies en extinción porque “supondría abrir una puerta para que los ecologistas influyeran mucho más en la política pesquera.”
No entendemos muy bien este comentario. Los ecologistas pueden exagerar como de costumbre diciendo que esto conlleva la extinción definitiva de lo que sea. Pero la problemática del declive del atún rojo lleva años siendo denunciada por científicos y ecólogos marinos, y hay un gran número de datos que la avalan. No es una denuncia ecologista desmesurada, ni se trata de un capricho. El capricho es el afán de los japoneses de comer una especie que se encuentran en claro peligro. Es absurdo. Es como ir a la carnicería y pedir carne de león o de tigre. Nos parece diferente porque en conscienciación pública y protección de océanos estamos más atrasados que en sistemas terrestres -ya que hace menos tiempo que podemos saber qué animales hay escondidos debajo del agua- pero en realidad es lo mismo. No tiene ningún sentido comer grandes depredadores que se encuentran en lo alto de la cadena alimentaria, son más vulnerables, se reproducen menos que las especies pequeñas, y resultan básicos para el equilibrio del ecosistema. Pescar atún rojo es realmente como comer tigres o leones en lugar de pollos o vacas. Muy poco eficiente. El único sentido que tiene es hacerlo porque hay gente dispuesta a pagar una barbaridad por él. Pero esto, a medio plazo no es sostenible.
– Pere Estupinyà
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