(English intro to Spanish lang post) In 2011 I was talking about science dissemination with a representative of the peruvian government, and he suddenly told me: “wait a second. Don’t forget that we’re not interested in black holes here”. By “we” he didn’t mean the general population, but the own government. They had many more urgent topics to worry about, like cheap detection of tuberculosis, fisheries in the Amazon, impact of climate change in crops, optimization of industrial processes, or fostering innovation. That conversation was the seed of an idea I’ve been building during the last few years: Science in Latin America (as a system) is different than science in Europe or the US. I’ve met researchers who don’t publish their results “because it’s expensive, and also, not so important to us”. Of course the diversity within Latin America is huge, but we do think that scientific research follows slightly different rules: being not so competitive at a “peer-review level”, many scientists and engineers prefer to focus on social innovation and the direct solution of local problems. Some of this advances are published in local journals in Spanish, or not published at all. A recent comment on Nature said that “South America’s research impact is underestimated in the main citation databases”. That’s a challenge for science journalists in the region. Covering these “innovation stories” is far more complicated than reading a paper or a press release. But it’s also a great opportunity: there’s more science out there than we think, it’s less academic and more connected to the problems of the people, society and environment, and it might have more impact than the discovery of a new black hole.
De ninguna manera queremos tratar a América Latina como si fuera una región uniforme, ni ignorar la enorme diversidad cultural y socioeconómica que existe. Pero a grandes rasgos, nos da la sensación de que su ciencia (entendida como sistema) difiere en algunos aspectos a la de EEUU y Europa. Uno importante: está menos preocupada por publicar artículos científicos y más dirigida a la innovación social. Y de eso no se habla suficiente.
Yo recuerdo estar en Lima con un miembro del gobierno peruano discutiendo proyectos de divulgación científica, cuando de repente me interrumpe y mirándome fijamente me dice: “recuerda que aquí no nos interesan los hoyos negros”. Y tenía toda la razón del mundo. Si EEUU o Europa se pueden permitir investigar en cosmología, pues bien por ellos. Pero en Perú el gobierno prefería impulsar proyectos para detección más barata de tuberculosis, generar piscifactorías en el Amazonas, mejorar la riqueza nutricional de la papa, optimizar procesos productivos, o cualquier cosa que tenga un impacto positivo y directo en la sociedad. No era una renuncia completa a la ciencia básica, ni a reflexiones sobre las grandes preguntas de aire científico-filosófico, pero eran plenamente conscientes de que el país está en un entorno diferente, y quizás tenían más asumido que la ciencia debe estar ligada a la innovación y ser una herramienta no sólo de adquisición de conocimiento sino también de mejora directa de la economía y el bienestar.
Obvio que si en la patagonia hay fósiles, en atacama extremófilos, y en México murciélagos, se deben dedicar amplios recursos a investigarlos por la propia vocación de ampliar conocimiento. Y obvio también que a medida que los países van creciendo económicamente deben ir apostando por grandes proyectos y una ciencia básica que mira a largo plazo. Aunque lento, se está haciendo, y ya hay grupos científicos líderes en sus campos en algunos países de AL. Pero sí hay una cierta consciencia de que esos dichosos “papers” que parecen el objetivo final de tantos investigadores, por sí solos, en realidad a nivel práctico valen para muy poco. Nosotros los periodistas, como somos un poco lameculos de los científicos, no nos atrevemos a cuestionarlo. Pero esta ciencia enfocada a la publicación está llegando a situaciones absurdas, generando mucha mediocridad, y de tanto en tanto deberíamos sacarles los colores. Lo que ocurre es que, como en dichos artículos científicos nos lo dan todo tan bien mascadito, nos resulta muy fácil encontrar temas o noticias científicas a partir del clásico “un artículo publicado en XXX dice que…”.
Y está bien hacerlo, no digo lo contrario. Si tenemos un buen filtro y con quedamos con el 1% de artículos publicados que son relevantes, pues nos sirve. Pero ese no puede ser el criterio para reportar sobre ciencia en América Latina, porque sus éxitos no están en las revistas de referencia sino en la sociedad. Y es que además, reportando sobre papers estamos dejando de lado una etapa que también forma parte de la ciencia; la que transforma el conocimiento en acción. Esto es lo que algunos llaman “innovación”, que está emparentado con el “emprendimiento”, y que no lo estamos cubriendo bien. Y no lo hacemos, porque reportar sobre ello exige mucho más esfuerzo que leerse un paper o nota de prensa.
Este es un primer mensaje: creo que en el periodismo científico deberíamos empezar a ampliar nuestro ámbito de cobertura y abordar también en serio temas de innovación, sean de innovación social, industrial, económica, sanitaria, ambiental, o política. Si somos capaces de adueñarnos de este nicho, haciendo una muy buena conexión entre los datos empíricos y la transferencia de conocimiento, generaremos más valor y oportunidades a nuestro trabajo.
Pero volviendo a América Latina, de verdad cada vez que viajo por la región encuentro historias de científicos interesantísimas. Y recuerdo ahora por ejemplo al freelance estadounidense afincado en México Erik Vance diciéndome lo mismo. Está lleno de temas buenísimos. El inconveniente es que muchos no son ciencia publicada, suelen ser temas locales de dudoso impacto internacional, y no son “top” ni suenan -ni de cerca- al típico “scientific breakthrough”. Por eso suelen quedar ocultos, o a menudo ser erróneamente considerados ciencia de segundo nivel. Quizás lo será a nivel global, pero no local.
Hace unas semanas SciDEv publicaba una nota explicando que según un estudio de Stanford la ciencia publicada en español no contabilizaba en índices internacionales, y eso generaba la sensación de que en América Latina se producía menos ciencia de la que en realidad había. Es absolutamente cierto, y sin duda una situación a mejorar. Yo me he encontrado con investigadores con dificultades para escribir en inglés, y otros que me han dicho que ni lo intentan “porque es caro” y tampoco le ven el sentido. Y tienen un punto. Efectivamente en América Latina hay más ciencia de la que nos pensamos, y yo creo que con unas características diferentes que la hace muy especial. Hay que encontrar maneras de darla a conocer, e incluso en ciertos aspectos defenderla frente al sistema hermético de ciencia en que se encuentran encerrados muchos investigadores en occidente.
Sin desde luego rechazar la investigación básica de alto nivel que busca resultados a largo plazo, América Latina tiene retos sociales, ambientales y sanitarios en los que la ciencia puede decir mucho. De verdad pienso que aunque la producción científica esté muy lejana al nivel de EEUU o Europa, las posibilidades informativas son igualmente altas. Se trata de cambiarle un poco el enfoque.
– Pere Estupinyà
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